La espera tiene su recompensa,
impaciente se cuentan las horas,
los días que se eternizan en la rutina,
hasta que llega el ansiado momento.
Se iluminan los ojos,
brota una alegría del corazón
que no se justifica
y que los demás no entienden.
Es alcanzar
el más profundo de los sueños,
calmar la sed, el hambre
que sólo la pasión sacia.
Normalmente los demás no entienden lo que no sienten... Para eso estamos nosotras, para sentir
ResponderEliminarhasta en esas esperas donde el amor nunca será ausencia.
Un besazo.
Hola Lara, como le digo a nuestra querida amiga Rosa en su blog, ando últimamente algo despegadilla de los blogs, pero sigo por aquí.
ResponderEliminarMe encantó tu poema, porque a veces, la espera merece la pena si sabemos que al final del camino encontraremos la felicidad ansiada, de lo contrario, cuando es demasiada larga y las dudas abrasan en el interior, el parón mental es lo mejor para despejar incognitas. Un abrazo guapa.